martes, 4 de marzo de 2014

Dependencias Emocionales

De tantos relatos de amor con los que fuimos creciendo y de tanto ver películas con finales felices, nos convencimos de que el amor “todo lo cura” y de que en su presencia, nada malo puede ocurrir. Aquello que fuimos construyendo en nuestra imaginación con esos relatos y las maravillosas escenas de las películas, no coinciden con la realidad. Ahora tenemos las películas en alta definición y el cine 3D, la ilusión sigue creciendo y la realidad decreciendo, parece descolorida y aburrida y la sensación es de frustración.

Hablar del amor, es meterse en un terreno incierto. Al hablar de adicción al amor, se habla de relaciones marcadas por el sufrimiento, en las que la dependencia es enfermiza u obsesiva. Los vínculos adictivos siguen la misma dinámica que todas las adicciones. No importa la sustancia a la que se sea adicto, la neurobiología que se desencadena en el cerebro es la misma para cualquier droga. Ser adicto al amor o a las relaciones, es como inyectarse una sustancia, es como el golpe de adrenalina para el cocainómano cuando se da el saque. El adicto está obsesionado consigo mismo, pendiente de sus sensaciones y necesidades, de sus gratificaciones. El adicto “SE DA”. El adicto al amor, se da con una relación que durará mientras dure la intensidad que el enamoramiento le provoca. Mientras dura, se la consume con la misma urgencia, con el mismo carácter obsesivo y compulsivo que produce cualquier objeto de adicción. También el deterioro de la salud y del entorno familiar es significativo. Cuando se rompe con estas relaciones, se pasa por los mismos síntomas de abstinencia por los que pasa el adicto a sustancias.
Veamos algunas vivencias de quienes han pasado por una dependencia emocional. Carlos tiene 29 años, es un joven profesional creativo y exitoso, pero no se siente satisfecho con el tipo de relaciones que establece. Cuando empieza una nueva relación, cree que esa es la definitiva, pero algo se cae de golpe en su interior y su soledad afectiva lo hace alejarse sin dar explicaciones. No deja de buscar y cambia de relación como de ropa porque lo hace sentirse vivo lo que él describe como “el golpe de adrenalina”.

Carmen tiene 40 años, dirige una empresa y comparte su historia de manera anónima. Cuando lo conoció, la hizo sentir que era el centro del universo. La llamaba todo el tiempo, le mandaba mensajes permanentemente. Era todo para ella, estaba pendiente de él, se alejó de sus amigas para estar con él, descuido su trabajo, inventaba excusas para salir de la oficina. Invertía toda su energía pensado en él. Duró un año, supo que ella había sido una entre varias. Cuando fue a terapia y a los grupos de auto-ayuda, supo que lo suyo era una adicción. Siguió obsesionada por varios años. Ahora tiene que estar muy atenta para no volver a caer.

Para entender y conocer más sobre los tres tipos de dependencia clic Aquí.

Este mecanismo explica la adicción a personas, también nombrada en la literatura como codependencia, en las que aún viéndose atados a una relación que les provoca sufrimiento, en las que son víctimas de violencia emocional, verbal y física, deciden continuar por la ilusión de que podrán cambiarla. Argumentan que les provoca pena abandonar al otro, les pesa todo lo que invirtieron en la relación y tienen miedo de comenzar una nueva vida.

En los vínculos adultos codependientes, se repiten escenas infantiles, se sienten como ese niño dependiente de un adulto que satisfaga sus necesidades, que esté presente porque si esa figura que puede ser la madre o quien cuida de ese niño se va, se muere. Es allí donde nace el terror al abandono, es allí donde se origina la frase “si me dejas me muero”. Aparece el terror a la ruptura, al abandono. Y como ya lo he mencionado antes, un niño con necesidades emocionales insatisfechas será un adulto dependiente.

¿Cómo reconocer la codependencia?: La codependencia es un patrón vincular disfuncional caracterizado por la actitud obsesiva y compulsiva. Hay un sobre-involucramiento con el otro, o sea, estar focalizado en el otro. Se muestra excesiva preocupación por el otro. Esta forma de vincularse va llevando al descuido de sí mismo. Dificultad para establecer límites con otras personas. Se conocen perfectamente las necesidades del otro pero no se conocen las propias. Intenta satisfacer las necesidades de los otros para sentirse aceptado. Es complaciente para no sentirse abandonado. Necesita todo el tiempo la validación externa. Necesidad de control. Híper-tolerancia al dolor emocional. Excesiva dependencia. Abuso de sustancias.


Veamos otra vivencia con el propósito de entender lo antes explicado: Valentina se sintió atraída porque era seductor y también lo veía “vulnerable”, a veces parece un chico, decía. Estuvieron casados 12 años. La controlaba, le hacía escenas de celos, la descalificaba. Fue socavando su autoestima. Ella no se decidía a separarse porque cada vez que le planteaba la separación, él cambiaba y la convencía. Así quedó atrapada en el circuito del desamor que le era tan familiar porque había crecido en un hogar de violencia emocional y su padre la abandonó cuando tenía 5 años. El final es muy fácil de imaginar; salió en las crónicas policiales, él la mató de tres tiros, uno de ellos fue al corazón.

Resulta difícil que los protagonistas registren la adicción tenaz a estos vínculos afectivo mientras ocurre, sólo se reconoce tardíamente por las secuelas. La experiencia muestra que se prefiere experimentar afectos dolorosos, aceptar condiciones destructivas antes que constatar la existencia de vacío afectivo y aceptar la realidad. El miedo a verificar la indiferencia afectiva es una de las escenas más temidas del ser humano.

Este tipo de vínculos es posible de ser tratado en grupos de autoayuda además de la terapia convencional. Si bien son mixtos, la mayoría son mujeres. Esto tiene que ver con el rol social de “cuidadora” que se le adjudica a la mujer. La adicción a personas, no se circunscribe a las relaciones de pareja, también se pueda dar hacia los hijos, los amigos o cualquier otro tipo de relación interpersonal. En estos grupos no solo se sociabilizan las miserias de las que somos capaces en el nombre del amor, sino que por sobre todas las cosas, aprendemos que también nosotros somos importantes para nosotros mismos, que nos debemos respeto. Aprendemos a hacer visibles esos reclamos infantiles que hacemos siendo adultos y a relatarnos otra historia contada desde la adultez.


Me despido por ahora y espero haberlos ayudado a conocer un poco más sobre las dependencias emocionales, como siempre les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas.



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