De tantos relatos de amor con los
que fuimos creciendo y de tanto ver películas con finales felices, nos convencimos
de que el amor “todo lo cura” y de que en su presencia, nada malo puede
ocurrir. Aquello que fuimos construyendo en nuestra imaginación con esos
relatos y las maravillosas escenas de las películas, no coinciden con la
realidad. Ahora tenemos las películas en alta definición y el cine 3D, la
ilusión sigue creciendo y la realidad decreciendo, parece descolorida y
aburrida y la sensación es de frustración.
En los vínculos adultos codependientes, se repiten escenas infantiles, se sienten como ese niño dependiente de un adulto que satisfaga sus necesidades, que esté presente porque si esa figura que puede ser la madre o quien cuida de ese niño se va, se muere. Es allí donde nace el terror al abandono, es allí donde se origina la frase “si me dejas me muero”. Aparece el terror a la ruptura, al abandono. Y como ya lo he mencionado antes, un niño con necesidades emocionales insatisfechas será un adulto dependiente.
¿Cómo reconocer la codependencia?: La codependencia es un patrón vincular disfuncional caracterizado por la actitud obsesiva y compulsiva. Hay un sobre-involucramiento con el otro, o sea, estar focalizado en el otro. Se muestra excesiva preocupación por el otro. Esta forma de vincularse va llevando al descuido de sí mismo. Dificultad para establecer límites con otras personas. Se conocen perfectamente las necesidades del otro pero no se conocen las propias. Intenta satisfacer las necesidades de los otros para sentirse aceptado. Es complaciente para no sentirse abandonado. Necesita todo el tiempo la validación externa. Necesidad de control. Híper-tolerancia al dolor emocional. Excesiva dependencia. Abuso de sustancias.
Resulta difícil que los protagonistas registren la adicción tenaz a estos vínculos afectivo mientras ocurre, sólo se reconoce tardíamente por las secuelas. La experiencia muestra que se prefiere experimentar afectos dolorosos, aceptar condiciones destructivas antes que constatar la existencia de vacío afectivo y aceptar la realidad. El miedo a verificar la indiferencia afectiva es una de las escenas más temidas del ser humano.
Este tipo de vínculos es posible de ser tratado en grupos de autoayuda además de la terapia convencional. Si bien son mixtos, la mayoría son mujeres. Esto tiene que ver con el rol social de “cuidadora” que se le adjudica a la mujer. La adicción a personas, no se circunscribe a las relaciones de pareja, también se pueda dar hacia los hijos, los amigos o cualquier otro tipo de relación interpersonal. En estos grupos no solo se sociabilizan las miserias de las que somos capaces en el nombre del amor, sino que por sobre todas las cosas, aprendemos que también nosotros somos importantes para nosotros mismos, que nos debemos respeto. Aprendemos a hacer visibles esos reclamos infantiles que hacemos siendo adultos y a relatarnos otra historia contada desde la adultez.
Hablar del amor, es meterse en un
terreno incierto. Al hablar de adicción al amor, se habla de relaciones
marcadas por el sufrimiento, en las que la dependencia es enfermiza u obsesiva.
Los vínculos adictivos siguen la misma dinámica que todas las adicciones. No
importa la sustancia a la que se sea adicto, la neurobiología que se
desencadena en el cerebro es la misma para cualquier droga. Ser adicto al amor
o a las relaciones, es como inyectarse una sustancia, es como el golpe de
adrenalina para el cocainómano cuando se da el saque. El adicto está
obsesionado consigo mismo, pendiente de sus sensaciones y necesidades, de sus
gratificaciones. El adicto “SE DA”. El adicto al amor, se da con una relación
que durará mientras dure la intensidad que el enamoramiento le provoca.
Mientras dura, se la consume con la misma urgencia, con el mismo carácter obsesivo
y compulsivo que produce cualquier objeto de adicción. También el deterioro de
la salud y del entorno familiar es significativo. Cuando se rompe con estas
relaciones, se pasa por los mismos síntomas de abstinencia por los que pasa el
adicto a sustancias.
Veamos algunas vivencias de
quienes han pasado por una dependencia emocional. Carlos tiene 29 años, es un
joven profesional creativo y exitoso, pero no se siente satisfecho con el tipo
de relaciones que establece. Cuando empieza una nueva relación, cree que esa es
la definitiva, pero algo se cae de golpe en su interior y su soledad afectiva
lo hace alejarse sin dar explicaciones. No deja de buscar y cambia de relación
como de ropa porque lo hace sentirse vivo lo que él describe como “el golpe de
adrenalina”.
Carmen tiene 40 años, dirige una
empresa y comparte su historia de manera anónima. Cuando lo conoció, la hizo
sentir que era el centro del universo. La llamaba todo el tiempo, le mandaba
mensajes permanentemente. Era todo para ella, estaba pendiente de él, se alejó
de sus amigas para estar con él, descuido su trabajo, inventaba excusas para
salir de la oficina. Invertía toda su energía pensado en él. Duró un año, supo
que ella había sido una entre varias. Cuando fue a terapia y a los grupos
de auto-ayuda, supo que lo suyo era una adicción. Siguió obsesionada
por varios años. Ahora tiene que estar muy atenta para no volver a caer.
Este mecanismo explica la
adicción a personas, también nombrada en la literatura como codependencia, en
las que aún viéndose atados a una relación que les provoca sufrimiento, en las
que son víctimas de violencia emocional, verbal y física, deciden continuar por
la ilusión de que podrán cambiarla. Argumentan que les provoca pena abandonar
al otro, les pesa todo lo que invirtieron en la relación y tienen miedo de
comenzar una nueva vida.
En los vínculos adultos codependientes, se repiten escenas infantiles, se sienten como ese niño dependiente de un adulto que satisfaga sus necesidades, que esté presente porque si esa figura que puede ser la madre o quien cuida de ese niño se va, se muere. Es allí donde nace el terror al abandono, es allí donde se origina la frase “si me dejas me muero”. Aparece el terror a la ruptura, al abandono. Y como ya lo he mencionado antes, un niño con necesidades emocionales insatisfechas será un adulto dependiente.
¿Cómo reconocer la codependencia?: La codependencia es un patrón vincular disfuncional caracterizado por la actitud obsesiva y compulsiva. Hay un sobre-involucramiento con el otro, o sea, estar focalizado en el otro. Se muestra excesiva preocupación por el otro. Esta forma de vincularse va llevando al descuido de sí mismo. Dificultad para establecer límites con otras personas. Se conocen perfectamente las necesidades del otro pero no se conocen las propias. Intenta satisfacer las necesidades de los otros para sentirse aceptado. Es complaciente para no sentirse abandonado. Necesita todo el tiempo la validación externa. Necesidad de control. Híper-tolerancia al dolor emocional. Excesiva dependencia. Abuso de sustancias.
Veamos otra vivencia con
el propósito de entender lo antes explicado: Valentina se sintió
atraída porque era seductor y también lo veía “vulnerable”, a veces parece
un chico, decía. Estuvieron casados 12 años. La controlaba, le hacía escenas de
celos, la descalificaba. Fue socavando su autoestima. Ella no se decidía a
separarse porque cada vez que le planteaba la separación, él cambiaba y la
convencía. Así quedó atrapada en el circuito del desamor que le era tan
familiar porque había crecido en un hogar de violencia emocional y su padre la
abandonó cuando tenía 5 años. El final es muy fácil de imaginar;
salió en las crónicas policiales, él la mató de tres tiros, uno de ellos
fue al corazón.
Resulta difícil que los protagonistas registren la adicción tenaz a estos vínculos afectivo mientras ocurre, sólo se reconoce tardíamente por las secuelas. La experiencia muestra que se prefiere experimentar afectos dolorosos, aceptar condiciones destructivas antes que constatar la existencia de vacío afectivo y aceptar la realidad. El miedo a verificar la indiferencia afectiva es una de las escenas más temidas del ser humano.
Este tipo de vínculos es posible de ser tratado en grupos de autoayuda además de la terapia convencional. Si bien son mixtos, la mayoría son mujeres. Esto tiene que ver con el rol social de “cuidadora” que se le adjudica a la mujer. La adicción a personas, no se circunscribe a las relaciones de pareja, también se pueda dar hacia los hijos, los amigos o cualquier otro tipo de relación interpersonal. En estos grupos no solo se sociabilizan las miserias de las que somos capaces en el nombre del amor, sino que por sobre todas las cosas, aprendemos que también nosotros somos importantes para nosotros mismos, que nos debemos respeto. Aprendemos a hacer visibles esos reclamos infantiles que hacemos siendo adultos y a relatarnos otra historia contada desde la adultez.
Me despido por ahora y espero
haberlos ayudado a conocer un poco más sobre las dependencias emocionales, como
siempre les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas.
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