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La conciencia
No hay muchas palabras para describirla.
La relación con tus padres
¿Influyó la relación de mis papás en mí?
lunes, 10 de marzo de 2014
martes, 4 de marzo de 2014
Los Tres Tipos de Dependencia Emocional
Entender y aceptar el mecanismo de la dependencia emocional
es imprescindible para la comprensión de la psique humana. Esta estrategia es
el pilar central en el que se asienta y construye la personalidad egoica o
mente colectivizada, siendo el eje alrededor del cual giran todas nuestras
conductas individuales y sociales.
Las tres potencias del núcleo emocional son
dañadas por las 3 dependencias emocionales.
Los tres tipos de dependencias emocionales (necesidad de
atención, afecto y apoyo). Éstas se dividen en dos para intoxicar a cada una de
las 6 emociones nucleares. Se forman así las 6 dependencias, que se manifiestan
cada una a su vez en dos aspectos: el contractivo cuando uno es el objeto de la
acción de la dependencia y el expansivo cuando hacemos que los otros sean el
objeto de la acción de la dependencia. En realidad, todas las dependencias
expansivas buscan inflar encubiertamente las contractivas, puesto que lo que se
pretende, en todos los casos, es ser uno el objeto de la acción de la
dependencia: el centro del mundo. La personalidad humana está condicionada por
la combinación particular de dependencias emocionales que cada persona tiene.
Necesidad de Atención:
Es la necesidad de que los demás nos presten la atención que
nosotros tendríamos que darnos. Es la dependencia emocional que intoxica a la
potencia creativa (formada por la tristeza y la recreación).
Dependencia cuyo origen es la tristeza.
Necesidad de recibir compasión: consiste en llamar la atención
de los demás dando pena.
Necesidad de dar compasión: consiste en hacer ver a los
demás que tienen nuestra atención, puesto que nos dan pena.
Dependencia cuyo origen es la creación.
Necesidad de recibir admiración: consiste en llamar la
atención de los demás, con la intención de ser admirados.
Necesidad de dar admiración: consiste en hacer ver a los
demás que, por nuestra parte son admirados o reconocidos.
Necesidad de afecto:
Es la necesidad de que los demás nos den el afecto que
nosotros tendríamos que darnos.
Es la dependencia emocional que intoxica a la potencia
conservativa (formada por el amor y el miedo).
Dependencia cuyo origen es el amor
Necesidad de recibir amor: consiste en afectar a los demás
requiriendo de ellos ser amados.
Necesidad de dar amor: consiste en afectar a los demás
haciéndoles ver que, por nuestra parte, son amados.
Dependencia cuyo origen es el miedo.
Necesidad de recibir protección: consiste en afectar a los
demás requiriendo de ellos ser amados.
Necesidad de dar protección: consiste en afectar a los demás
haciéndoles ver que, por nuestra parte, son protegidos.
Necesidad de apoyo:
Es la necesidad de requerir de los demás el apoyo que
nosotros tendríamos que darnos.
Es la dependencia emocional que intoxica a la potencia
transformativa (formada por la alegría y la fuerza motriz).
Dependencia cuyo origen es la alegría.
Necesidad de recibir motivación: consiste en solicitar el
apoyo a los demás requiriendo de ellos ser motivados
Necesidad de dar motivación: consiste en apoyar a los demás
haciéndoles ver que, por nuestra parte, son motivados.
Dependencia cuyo origen es la fuerza motriz.
Necesidad de recibir ayuda: consiste en buscar el apoyo de
los demás requiriendo que hagan cosas por nosotros.
Necesidad de dar ayuda: consiste en hacer ver a los demás
que, por nuestra parte, son apoyados, porque nosotros hacemos sus cosas.
Nos encontramos de alguna forma atrapados y en la paradoja
de que si bien disponemos de posibilidades biológicas y energéticas para
alcanzar esa trascendencia, la propia dependencia nos hace sentirnos apegados a
una forma de relacionarnos que en realidad intuimos como dañina y a un mundo
que nos trae muchas miserias, al que en el fondo nunca hemos sentido pertenecer
del todo. Hay que recordar que las dependencias suelen generar un mecanismo de
negación en el adicto que a menudo incluso defiende la propia adicción. Algunas
personas que sí que muestran interés en la evolución de la conciencia, caen en
la trampa de sentirse todavía más especiales, esperando o confiando que algún
poder superior les de su atención, afecto y apoyo y de esta manera los libere e
ilumine.
Dependencias Emocionales
De tantos relatos de amor con los
que fuimos creciendo y de tanto ver películas con finales felices, nos convencimos
de que el amor “todo lo cura” y de que en su presencia, nada malo puede
ocurrir. Aquello que fuimos construyendo en nuestra imaginación con esos
relatos y las maravillosas escenas de las películas, no coinciden con la
realidad. Ahora tenemos las películas en alta definición y el cine 3D, la
ilusión sigue creciendo y la realidad decreciendo, parece descolorida y
aburrida y la sensación es de frustración.
En los vínculos adultos codependientes, se repiten escenas infantiles, se sienten como ese niño dependiente de un adulto que satisfaga sus necesidades, que esté presente porque si esa figura que puede ser la madre o quien cuida de ese niño se va, se muere. Es allí donde nace el terror al abandono, es allí donde se origina la frase “si me dejas me muero”. Aparece el terror a la ruptura, al abandono. Y como ya lo he mencionado antes, un niño con necesidades emocionales insatisfechas será un adulto dependiente.
¿Cómo reconocer la codependencia?: La codependencia es un patrón vincular disfuncional caracterizado por la actitud obsesiva y compulsiva. Hay un sobre-involucramiento con el otro, o sea, estar focalizado en el otro. Se muestra excesiva preocupación por el otro. Esta forma de vincularse va llevando al descuido de sí mismo. Dificultad para establecer límites con otras personas. Se conocen perfectamente las necesidades del otro pero no se conocen las propias. Intenta satisfacer las necesidades de los otros para sentirse aceptado. Es complaciente para no sentirse abandonado. Necesita todo el tiempo la validación externa. Necesidad de control. Híper-tolerancia al dolor emocional. Excesiva dependencia. Abuso de sustancias.
Resulta difícil que los protagonistas registren la adicción tenaz a estos vínculos afectivo mientras ocurre, sólo se reconoce tardíamente por las secuelas. La experiencia muestra que se prefiere experimentar afectos dolorosos, aceptar condiciones destructivas antes que constatar la existencia de vacío afectivo y aceptar la realidad. El miedo a verificar la indiferencia afectiva es una de las escenas más temidas del ser humano.
Este tipo de vínculos es posible de ser tratado en grupos de autoayuda además de la terapia convencional. Si bien son mixtos, la mayoría son mujeres. Esto tiene que ver con el rol social de “cuidadora” que se le adjudica a la mujer. La adicción a personas, no se circunscribe a las relaciones de pareja, también se pueda dar hacia los hijos, los amigos o cualquier otro tipo de relación interpersonal. En estos grupos no solo se sociabilizan las miserias de las que somos capaces en el nombre del amor, sino que por sobre todas las cosas, aprendemos que también nosotros somos importantes para nosotros mismos, que nos debemos respeto. Aprendemos a hacer visibles esos reclamos infantiles que hacemos siendo adultos y a relatarnos otra historia contada desde la adultez.
Hablar del amor, es meterse en un
terreno incierto. Al hablar de adicción al amor, se habla de relaciones
marcadas por el sufrimiento, en las que la dependencia es enfermiza u obsesiva.
Los vínculos adictivos siguen la misma dinámica que todas las adicciones. No
importa la sustancia a la que se sea adicto, la neurobiología que se
desencadena en el cerebro es la misma para cualquier droga. Ser adicto al amor
o a las relaciones, es como inyectarse una sustancia, es como el golpe de
adrenalina para el cocainómano cuando se da el saque. El adicto está
obsesionado consigo mismo, pendiente de sus sensaciones y necesidades, de sus
gratificaciones. El adicto “SE DA”. El adicto al amor, se da con una relación
que durará mientras dure la intensidad que el enamoramiento le provoca.
Mientras dura, se la consume con la misma urgencia, con el mismo carácter obsesivo
y compulsivo que produce cualquier objeto de adicción. También el deterioro de
la salud y del entorno familiar es significativo. Cuando se rompe con estas
relaciones, se pasa por los mismos síntomas de abstinencia por los que pasa el
adicto a sustancias.
Veamos algunas vivencias de
quienes han pasado por una dependencia emocional. Carlos tiene 29 años, es un
joven profesional creativo y exitoso, pero no se siente satisfecho con el tipo
de relaciones que establece. Cuando empieza una nueva relación, cree que esa es
la definitiva, pero algo se cae de golpe en su interior y su soledad afectiva
lo hace alejarse sin dar explicaciones. No deja de buscar y cambia de relación
como de ropa porque lo hace sentirse vivo lo que él describe como “el golpe de
adrenalina”.
Carmen tiene 40 años, dirige una
empresa y comparte su historia de manera anónima. Cuando lo conoció, la hizo
sentir que era el centro del universo. La llamaba todo el tiempo, le mandaba
mensajes permanentemente. Era todo para ella, estaba pendiente de él, se alejó
de sus amigas para estar con él, descuido su trabajo, inventaba excusas para
salir de la oficina. Invertía toda su energía pensado en él. Duró un año, supo
que ella había sido una entre varias. Cuando fue a terapia y a los grupos
de auto-ayuda, supo que lo suyo era una adicción. Siguió obsesionada
por varios años. Ahora tiene que estar muy atenta para no volver a caer.
Este mecanismo explica la
adicción a personas, también nombrada en la literatura como codependencia, en
las que aún viéndose atados a una relación que les provoca sufrimiento, en las
que son víctimas de violencia emocional, verbal y física, deciden continuar por
la ilusión de que podrán cambiarla. Argumentan que les provoca pena abandonar
al otro, les pesa todo lo que invirtieron en la relación y tienen miedo de
comenzar una nueva vida.
En los vínculos adultos codependientes, se repiten escenas infantiles, se sienten como ese niño dependiente de un adulto que satisfaga sus necesidades, que esté presente porque si esa figura que puede ser la madre o quien cuida de ese niño se va, se muere. Es allí donde nace el terror al abandono, es allí donde se origina la frase “si me dejas me muero”. Aparece el terror a la ruptura, al abandono. Y como ya lo he mencionado antes, un niño con necesidades emocionales insatisfechas será un adulto dependiente.
¿Cómo reconocer la codependencia?: La codependencia es un patrón vincular disfuncional caracterizado por la actitud obsesiva y compulsiva. Hay un sobre-involucramiento con el otro, o sea, estar focalizado en el otro. Se muestra excesiva preocupación por el otro. Esta forma de vincularse va llevando al descuido de sí mismo. Dificultad para establecer límites con otras personas. Se conocen perfectamente las necesidades del otro pero no se conocen las propias. Intenta satisfacer las necesidades de los otros para sentirse aceptado. Es complaciente para no sentirse abandonado. Necesita todo el tiempo la validación externa. Necesidad de control. Híper-tolerancia al dolor emocional. Excesiva dependencia. Abuso de sustancias.
Veamos otra vivencia con
el propósito de entender lo antes explicado: Valentina se sintió
atraída porque era seductor y también lo veía “vulnerable”, a veces parece
un chico, decía. Estuvieron casados 12 años. La controlaba, le hacía escenas de
celos, la descalificaba. Fue socavando su autoestima. Ella no se decidía a
separarse porque cada vez que le planteaba la separación, él cambiaba y la
convencía. Así quedó atrapada en el circuito del desamor que le era tan
familiar porque había crecido en un hogar de violencia emocional y su padre la
abandonó cuando tenía 5 años. El final es muy fácil de imaginar;
salió en las crónicas policiales, él la mató de tres tiros, uno de ellos
fue al corazón.
Resulta difícil que los protagonistas registren la adicción tenaz a estos vínculos afectivo mientras ocurre, sólo se reconoce tardíamente por las secuelas. La experiencia muestra que se prefiere experimentar afectos dolorosos, aceptar condiciones destructivas antes que constatar la existencia de vacío afectivo y aceptar la realidad. El miedo a verificar la indiferencia afectiva es una de las escenas más temidas del ser humano.
Este tipo de vínculos es posible de ser tratado en grupos de autoayuda además de la terapia convencional. Si bien son mixtos, la mayoría son mujeres. Esto tiene que ver con el rol social de “cuidadora” que se le adjudica a la mujer. La adicción a personas, no se circunscribe a las relaciones de pareja, también se pueda dar hacia los hijos, los amigos o cualquier otro tipo de relación interpersonal. En estos grupos no solo se sociabilizan las miserias de las que somos capaces en el nombre del amor, sino que por sobre todas las cosas, aprendemos que también nosotros somos importantes para nosotros mismos, que nos debemos respeto. Aprendemos a hacer visibles esos reclamos infantiles que hacemos siendo adultos y a relatarnos otra historia contada desde la adultez.
Me despido por ahora y espero
haberlos ayudado a conocer un poco más sobre las dependencias emocionales, como
siempre les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas.
domingo, 2 de marzo de 2014
¿Fue Importante la Relación de Mamá y Papá?
Cuando crecemos con nuestra pareja vemos que nuestra relación funciona; crecer significa “sanar” todo lo que traigo de mi niñez, de mi pasado. Nosotros no fuimos programados para tener una relación exitosa, quien te enseño a amar fue la relación de pareja de papá y mamá. Si ahí hubo problemas esos mismos vas a tener tú en tu relación y si no haces un cambio, eso mismo “reciclaran” tus hijos (es decir; repetirán las misma relación de pareja). Muchas de estas acciones son de manera inconsciente, ya que no nos damos de cuenta que estamos repitiendo el mismo patrón hasta que analizamos a profundidad nuestra conducta o algún amigo cercano nos hace la comparación.
El síndrome de regresar a casa nos dice que “Los seres
humanos se acercan a lo familiar, aunque lo familiar no sea saludable”. Esto
significa que como niño tú tienes una asociación mental: AMOR=HOGAR. A menudo,
nosotros perseguimos situaciones emocionales que son similares a las que
experimentamos cuando niños, sin importar que esas experiencias sean positivas
o negativas. Si hogar=abandono, entonces tu mente concluye que: AMOR=ABANDONO.
Si hogar=miedo y tensión, tu mente concluye que amor=miedo y tensión. Si
hogar=críticas, tu mente concluye que amor=críticas. Tu mente va a igualar
cualquier asociación de amor que tengas sobre “HOGAR” con lo que estás supuesto
a sentir del amor. Eso es lo que hemos llamado arriba “reciclar la conducta”.
De ahí que es tan importante lo que hemos vivido en nuestra niñez, en nuestro
hogar.
Muchos de nosotros hemos dejado el hogar físicamente, pero
no emocionalmente. Para experimentar libertad verdadera en nuestras relaciones,
necesitamos dejar el hogar. Dejar el patrón que aprendimos en nuestro hogar. Tú
puedes dejar el patrón detrás de ti, pero no tienes necesariamente que dejar a
la pareja con quien estás. Lo que debes hacer es “sanar esas heridas” en tu
relación de pareja, superarlas, tomando conciencia de ellas primero que nada. A
menos que estemos frente a un codependiente.
“Como niño, tú tienes dos agendas básicas: quieres sentirte
feliz y amado. Quieres ver a tus padres felices y amados. Si en tu niñez esas
dos agendas no se llenaron como tú deseabas, es como si tuvieras un NEGOCIO
PSICOLOGICO EMOCIONAL SIN TERMINAR”.
Tu mente inconsciente buscará completar su negocio emocional
incompleto de la niñez, haciéndote “escoger” personas que te ayudarán a recrear
tus dramas de la infancia. Es como si tuvieras reencarnando a mamá o papá en
otra persona.
Los tres tipos de reencarnación emocional son:
1) ENAMORARSE DE PAPÁ Y MAMÁ. Si no recibiste el amor o la
atención que querías de tus padres, puedes atraer a una pareja que
como tu padre, no te dé el amor que quieres.
(Tú puedes enamorarte de una pareja, que es como el padre
con quien tuviste dificultades)
2) CASTIGANDO A MAMÁ O PAPÁ. Si no te sentiste amado cuando
niño, tendrás mucha rabia reprimida por eso. Puedes encontrar una pareja como
tu padre e inconscientemente actuarás para herir o rechazar a tu pareja.
3) SALVANDO A MAMÁ O PAPÁ. Si tu padre no fue feliz ni se
sentía amado, podrás atraer una pareja igual que ese padre para amarlo o rescatarlo,
sin importar que esa persona sea buena para ti o no. En este caso, estaríamos
frente a un codependiente.
Vínculos Emocionales
Los vínculos emocionales son lazos, son cadenas, son tan
fuertes que muchas veces no podemos ni interpretarlos, es por eso que en
momentos difíciles solemos decir “no puedo explicar lo que siento”. Sin embargo es
una pena el analfabetismo emocional que nos caracteriza en este aspecto, a la
hora de entender la importancia de los vínculos emocionales, no solo los
hombres son analfabetos sino también las mujeres.
Muchos hemos sido criados
bajo un patrón, donde nos enseñan que el hombre no llora, que la niña es débil y
el niño es fuerte, donde los abrazos no estuvieron presentes, donde
aprendimos pero por experiencia no por consejo. Cuando hablo de vínculos
emocionales, veo en la cara de la gente interrogantes, duda, o lo que es lo
mismo, no están seguros de que demonios estoy diciendo. Si es con un hombre,
se enfoca en decirme que él es un buen proveedor, que le da todo a su mujer y a
sus hijos, que su esposa anda en el carro del año, tiene casa propia, etc. Para
ellos eso es tener un vínculo. Quizás si sigo preguntando hablara de sexo, dirá
que la satisface sexualmente, que hace el amor con frecuencia…pero sigo viendo
en su mirada que está perdido, tratando de entender que es eso del vínculo de
afecto, quizás él ni tenga la culpa; eso fue lo que vio de su padre.
Si estoy hablando con una mujer inmediatamente comenzara a
enfocarse en el cuidar, en el dar. Dirá que ella cuida a sus hijos y esposo,
les da de comer y les limpia sus cosas, su ropa, cuarto, etc. Esta atenta a sus
citas médicas, a que hacen, a sus cumpleaños, y ella quizás hable de darles
afecto. Está un poco más cerca de la realidad del vínculo…pero aun no entiende
lo que hace y que, de eso que hace, realmente contribuye a que exista un
verdadero vínculo con sus seres amados.
La vinculación comienza con nuestro nacimiento. Esta tiene
mucho que ver con nuestra sexualidad. Somos seres sexuales desde el momento de
nuestro nacimiento. Esos primeros minutos que transcurren después del
nacimiento y cuando le es entregado el niño a su madre, son vitales. Ahí
comienza la relación entre los dos, relación que incidirá fuertemente en la
salud sexual y afectiva de ese niño. Ese contacto amoroso es lo que lograra que
los niños aprendan a quererse a sí mismos, a sentirse que están a salvo, a amar
la vida y a los demás. De lo contrario, serán los futuros delincuentes.
Así podemos definir, en este caso, la vinculación como la
cantidad de conexión física y emocional que se da entre ellos. De ahí la
importancia de que tan pronto se pueda luego de nacer, el niño entre en
contacto con la piel de la madre. Ese primer respiro, ese primer llanto, ese
primero llamado, que sienta la mirada de su madre sobre él, que aun sin limpiar
la sangre, sea puesto en su pecho y que pueda escuchar los latidos de su corazón.
Los mismos que escucho mientras estuvo en el útero y que le dan paz, luego de
la experiencia que acaba de vivir, bastante traumática, por cierto. El
nacimiento es sumamente difícil, los niños después de nacer se quedan muy
ansiosos por un tiempo, es lo que Otto Rank llamó: el trauma del nacimiento.
Hoy sabemos que la calidad de relación con la madre, se
encuentra íntimamente ligada a la capacidad de estar cerca de un ser humano sin
miedos, de confiar, de entregarse y SOBRETODO, determina la capacidad de
disfrutar su sexualidad.
Es en la infancia cuando el niño percibe el elemento más
importante de la sexualidad: El tacto. Por el tacto expresamos nuestro afecto,
nos conectamos con otra persona y es una parte fundamental de la intimidad.
Poder tocar y ser tocado en libertad, es la base de una sexualidad sana y
gratificante, todo padre debe contribuir a que su hijo desarrolle esta
capacidad. De hecho, varios estudios demuestran que la falta de estos estímulos
táctiles provoca serios problemas en los niños. Esto fue descubierto a
principio de siglo por el Dr. R. Spitz. Cuando el niño puede tocar, oler y
sentir la voz y la presencia de sus padres, siente que está a salvo y que es
amado. Que es deseado, bienvenido y que se le quiere. Los estímulos táctiles y
la vinculación van de la mano, a mayores caricias, mayor es el vínculo.
“La asociación entre el tacto, el placer y la sexualidad, la
realiza el niño durante la infancia. El estímulo táctil que ahora lo relaja, lo
asociara años después con la sexualidad. Los niños aprenden que el contacto
físico con otras personas es bienhechor, gracias al placer que experimentan
durante sus primeros años de vida” (Como educar hijos sexualmente sanos” de
J.Flowers, J. Horsman y B. Schwartz)
Crear y mantener vínculos de afecto es una destreza que debe
ser comprendida y practicada por los adultos, pena que muchos vienen “viciados”
de su niñez. Esto afecta su sexualidad y sus relaciones, impidiéndoles ser
felices y desarrollarse.
A fin de cuentas, la mayoría de las personas, sobre todo los hombres, no entienden que son los vínculos emocionales ni su importancia. Confunden vincularse con proveer cosas, comodidades, dar dinero o dar satisfacción sexual. Las mujeres, más cerca de la realidad, pero aun pérdidas, creen que es solo dar y cuidar a los que aman. En la infancia, la vinculación se da por el contacto físico y la conexión emocional entre el niño y su madre y su padre. Esto es vital para su sexualidad y estabilidad emocional futura. El tacto, el tocar y acariciar a otro, es fundamental para establecer vínculos emocionales y tener una sexualidad funcional. Los adultos debemos desarrollar destrezas para crear y mantener vínculos emocionales, de eso depende la felicidad humana y la sexualidad integral.
Les dejo con un hermoso vídeo de unos buenos consejos para conectarte con tu bebe.
Me despido y les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas. Dios los bendiga.
martes, 25 de febrero de 2014
La Conciencia
La conciencia; es una palabra que muchos no entienden y que
otros tantos ni conocen. La conciencia se va construyendo con las experiencias
adquiridas a lo largo de la vida es por ello que es propia, no puede ser robada
ni destruida. Por lo tanto, lo que hayan inculcado en nosotros desde nuestra niñez,
quedara para siempre en nuestra conciencia, que, aunque se puede modificar, no será
fácil hacerlo.
Es allí cuando entran en juego los valores morales que están
fijados en la familia, dadas por la educación que va más allá de la emisión y
recepción de estímulos que desarrollan nuestras facultades cognitivas, sino que
forman también el modo en el cual vemos al mundo y nos relacionamos con el
mismo.
De ellos se desprende lo que es considerado como parte de la
conciencia, siendo ésta la forma particular en la que vemos no solo al entorno
o medio que nos rodea, sino también la valoración que tenemos de nosotros
mismos dentro de él, ligada en muchos casos a la voluntad, si la consideramos
como la forma en la que tendemos hacer el bien.
Seguramente hemos oído más de una vez la expresión "Voz
de la Conciencia" siendo referida a la sensación de malestar o la
expresión de remordimiento cuando estamos por hacer algo que es indebido (y que
sabemos que estamos obrando mal) o bien ya lo hemos realizado, apareciendo la
culpa o inclusive la vergüenza.
En contraposición a esto último se toma a la inconsciencia, donde entramos en un estado de sueño o letargo, teniendo el cuerpo dormido e imposibilitado de realizar acciones en forma voluntaria.
En contraposición a esto último se toma a la inconsciencia, donde entramos en un estado de sueño o letargo, teniendo el cuerpo dormido e imposibilitado de realizar acciones en forma voluntaria.
Por lo tanto, la conciencia es un producto de la mente, y es
lo mejor que la mente produce. Es la esencia de la mente, pero la conciencia de
una persona que vive en un país puede ser bastante diferente de la conciencia
de otra que vive en otro lugar, por estar construida de otros valores morales.
Por ejemplo, en tiempos remotos solían existir comunidades de ladrones, quienes
se consideraban con derecho a robar las caravanas que pasaban por su
territorio. Su moral y principios eran tales que si una de sus víctimas decía: Todo
lo que poseo se los daré, si tan solo me dejan ir, ellos contestaban: No,
queremos ver la sangre de tu mano. No lo dejaban ir sin herirlo. La idea según
ellos era: No aceptamos nada de usted; somos ladrones, no mendigos.
Arriesgamos nuestras vidas en nuestra profesión; somos valientes, y además
tenemos derecho a hacer lo que hacemos. Lo mismo ocurría con algunos de los
piratas en el mar. Creían que su profesión los hacia virtuosos, y desde ese
pensamiento se volvían reyes. La misma gente, cuando eran poco importantes, los
tildaba de ladrones; pero cuando se volvían poderosos, los acataba como reyes.
La conciencia, por lo tanto, es lo que hayamos hecho de
ella. Al mismo tiempo es la cosa más fina que podemos hacer; es como la miel
hecha por las abejas. Bellas experiencias en la vida, tiernos pensamientos y
sentimientos, se reúnen en nosotros y crean una concepción del bien y del mal.
Si nos vamos en contra de ésta, nos sentimos disconformes. La felicidad, la
comodidad en la vida, la paz, todas ellas dependen de las condiciones de
nuestra conciencia.
La conciencia es hecha de la esencia de los hechos pero no
de la verdad. Pero la verdad está por encima de todas las cosas; no tiene nada
que ver con la conciencia. El entendimiento de la verdad es como un manantial
que brota, crece y se expande en un océano, y entonces uno llega a tal grado de
entendimiento que se da cuenta que todo es verdadero, todo es verdad. De la
verdad absoluta no hay nada más qué decir, y todo lo demás es Maya; cuando uno
mira esto desde ese punto de vista, nada es malo y nada es bueno. Si aceptamos
el bien debemos aceptar el mal. La teoría de la relatividad de Einstein es lo
que los hindúes han llamado Maya, ilusión; la ilusión causada por la
relatividad. Todas las cosas existen sólo por nuestra aceptación, las aceptamos
por ser correctas, buenas, bellas, y una vez aceptadas se vuelven parte de
nuestra naturaleza, nuestro ser individual; pero si no las aceptamos no
formarán parte nuestra. Un error, a menos que lo aceptemos como tal, no es un
error; pero una vez aceptado, es un error. Podríamos decir que nosotros no
siempre sabemos que es un error; pero, ¿acaso no llegamos a conocerlo por sus
consecuencias dolorosas? Eso también es aceptación.
Algunas veces una persona en cierto estado de ánimo es un
demonio, y en otro un santo. Hay estados de ánimo y momentos en que una persona
es bastante irrazonable; hay formas de bondad y formas de maldad, tal es la
naturaleza humana. Por lo tanto no se puede decir que una mala persona no tiene
buenas cosas, ni que una buena persona no las tenga malas. Pero lo que más
influye nuestra conciencia es nuestra propia concepción de qué es malo o bueno;
y otra influencia muy grande es la concepción de los demás. Por eso es que una
persona no es libre.
La conciencia es como cualquier otra cosa. Si la hemos
acostumbrado a gobernar nuestro pensamiento, discurso o acción, se volverá más
fuerte; si no está acostumbrada a hacer esto, entonces se vuelve débil y llega
a ser solo una torturadora, no una controladora.
La conciencia es una facultad del corazón, como un todo, y
el corazón está formado por razones, pensamientos, memoria, y corazón en sí
mismo. El corazón, en lo más profundo está atado a la Mente Divina, o sea en lo
profundo del corazón hay una mayor justicia que en la superficie; y por lo
tanto ahí llega una clase de intuición, inspiración, conocimiento, como una luz
interna que cae sobre nuestra concepción individual de las cosas. Entonces
ambas se juntan, en la conciencia. Dios, Él mismo, se sienta en el trono de la
justicia.
Una persona que es condenada por su conciencia es más
miserable que aquel que es condenado por una corte. Aquél cuya conciencia es
clara, incluso si es exiliado de su país o enviado a prisión, permanece como un
león, aunque un león en una jaula; porque incluso estando en una jaula se puede
tener la felicidad interna. Pero cuando nuestra conciencia nos desprecia,
entonces es un amargo castigo, más amargo de lo que cualquier corte nos
imponga. Sadi ve el trono de Dios en la conciencia y dice, bellamente: "Déjame
confesarte mis fallas solo a Ti, para que no tenga que ir ante nadie en el
mundo a humillarme".
Tan pronto como aceptamos la humillación, somos humillados,
lo creamos o no. No depende de quién nos humilla; depende de nosotros mismos.
Incluso aunque el mundo entero no lo acepte, será en vano si nuestra mente se
siente humillada. Pero si nuestra mente no acepta la humillación, aunque todos
lo crean, no tendrá importancia. Cuando miles de personas dicen que somos
malvados, si nuestro corazón nos dice lo contrario no habrá problema. Pero
cuando nuestro propio corazón nos dice: soy malvado, miles de personas pueden
decir: usted es bueno, que nuestro corazón continuará diciéndonos que somos
malvados. Si nos abandonamos, entonces nadie nos podrá ayudar.
Ciertamente lo mejor es evitar la humillación, pero si una
persona no puede evitarla es como un paciente que necesita ser tratado por un
médico. Entonces necesita a alguien lo suficientemente poderoso para ayudarlo,
una mente maestra; así podrá ser asistido y salir de esa condición. Cuando una
persona es un enfermo, no se puede ayudar a sí mismo adecuadamente; puede hacer
mucho pero siempre necesitará un doctor. Después de todo, cuando el sentimiento
de humillación ha entrado a la mente, uno debe aceptarlo como una lección, como
un veneno necesario. Pero veneno es veneno; lo que es puesto en la mente
crecerá allí. Debe ser removido; si permanece ahí, crecerá. Todas las
impresiones, tales como las humillaciones, temores y dudas, crecerán en la
mente subconsciente dando frutos, y llegara la época en que uno será consciente
de ello.
Me despido y les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas. Dios los bendiga.
Me despido y les recuerdo que para vivir solo hacen falta ganas. Dios los bendiga.
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